jueves, 9 de diciembre de 2010

El crimen: la nueva revolución

Escuchando el debate sobre la situación actual en la Universidad de Puerto Rico no pude evitar sentirme entretenido por comentarios ingenuos de algunos estudiantes y sectores idealistas sobre la necesidad de desatar "la revolución".

Mi intensión dista mucho de un cinismo ideológico pero, seamos francos, el modelo de lo que hemos entendido por siglos que es "la revolución" actualmente dista mucho de la realidad imperial del capitalismo moderno y, más aún, de sistemas comunistas totalitarios.

Esa revolución politico-ideológica de la que se habla en los círculos en contra del imperialismo -sea de la denominación que sea- es simplemente un vago recuerdo histórico que ha quedado fulminantemente abatido por la estrategia del 20 por ciento de las personas privilegiadas que pertenecen al gran aparato corporativo que domina el planeta.

Esa "revolución" que ostenta liberar a las clases oprimidas del yugo mercantilista ha sido apaciguada con el enorme peso de la globalización liderada por los llamados países del "primer mundo". No obstante, ante la obstinación de ese 20 por ciento de dominar completamente lo que Noam Chomsky llamó "la aldea global" la simple y contundente ley de gravedad que sostiene las sociedades modernas posiblemente les tiene una pequeña sorpresa.

La "nueva revolución", el método práctico y más asequible de la mayoritaria población que vive dependiente y esclava de un sistema de comercio que sólo beneficia a ciertos países, está ligada estrechamente al elemento criminal.

No es ningún secreto que, por siglos, el sistema favorito de los imperios dominantes ha sido el estrangulamiento económico y, en el caso de los Estados Unidos, la adición del elemento de brutalidad y represión ideológica sirviendo así de modelo innevitable para el "tercer mundo" sobre una vía accesible para liberarse.

Ha sido visible en la interminable lista de antiguos aliados estadounidenses que utilizan sus recursos militares para luego desatar su furia en contra del imperio.

El mecanismo corporativo ha utilizado efectivamente la propaganda y el consumerismo como estrategia apaciguadora de aquellos que no tienen nada. Manipulando a su propia población con el poder adquisitivo y la inacable amenaza de una fuerza ideológica de grandes proporciones, estos países se aseguran de tener respaldo de la opinión pública.

Por otro lado, en los países menos privilegiados, que sirven como recursos de mano de obra y producción, la represión es el arma más efectiva. Primero, utilizando los recursos militares y políticos domésticos y, luego, en caso de no poder ejercer un dominio total, la intervención militar ultramarina con el sello de "intervención humanitaria" y una subsecuente dictadura de ultra derecha que resguarde sus intereses corporativos.

Sin embargo, el mismo bombardeo mediático que ostenta la dosilidad de estos países e intenta imponer el "status quo" capitalista en todo el planeta, ha abrumado a estas sociedades "menos desarrolladas" a tal grado que ha desatado una amplia simpatía por el crimen como vehículo de subversión.

Lo complicado del crimen -en todas sus formas- es que afecta a todos y en ese marco, nadie esta exento de su alcance. Inclusive, las marcadas diferencias sociales que cada vez se hacen más conspicuas en las naciones capitalistas-ligadas al exceso corporativo y a la falta de interés por brindar a los ciudadanos una mejor calidad de vida- ya está haciendo estragos en estas sociedades en la inconfundible forma del crimen.

Las estadísticas están ahí, visibles para todo el que quiera echarles un vistazo. La gran mayoría del planeta vive o en los límites de la pobreza o sumidos en ella. ¿Cómo se puede mantener este delicado desbalance sin desatar una suerte de guerra civil ligada a los elementos criminales?

Esta proposición ha sido más que clara en países como Brasil, Colombia, Somalia y otros que destinan sus recursos exclusivamente para el beneficio corportativo euro-americano.

La relación entre movimientos revolucionarios y, por ejemplo, el narcotráfico, no es casualidad sino más bien causalidad de este orden impuesto por los grandes imperios.

El crimen en este siglo será lo que la revolución bolchevique significó para el siglo 20. Un salvoconducto para que países hastiados de la esclavitud puedan tomar el control de su idiosincrasia sin tener que rendirle cuentas a poderes extranjeros que están ajenos a su realidad.

Pero, contrario a las revoluciones populares del siglo 20, el crimen no está ligado a ninguna agenda ideológica ni a un fin de emancipación alguna. El crimen es vil, totalitario, vicioso, asesino y responde sólo a los preceptos de adquisición para obtener poder y poder para dominar a los más débiles.

Este propuesto modelo de totalitarismo criminal haría ver la tiranía de Joseph Stalin como un paseo en el parque.

viernes, 8 de octubre de 2010

Legislar


Legislar es un privilegio. No es un derecho innato que aquellos hijos de la clase alta heredan por causa natural ni el premio de caciques de barrio que anhelan los faranduléos inútiles de la vida pública.

Debemos recordar que vivimos en un sistema que aún se jacta de ser democrático -o por lo menos así nos lo venden cada cuatro años.

En un sistema tal, los líderes son escogidos por el pueblo por medio del mecanismo de sufragio electoral para convertirse, entonces, en servidores públicos que trabajarán a favor del bien común. Después de todo, la Democracia, en palabras de Abraham Lincoln, es un gobierno, del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Desgraciadamente, aquí en Puerto Rico nuestra naturaleza sectaria, apática y recalcitrante nos ha hecho aceptar la desvirtualización del significado del verbo legislar a manos de un grupúsculo de payasos despojados de sentido común. Hemos sucumbido ante el jueguito político partidista que desarticula el verdadero poderío de un pueblo votante.

Los recientes incidentes donde legisladores -y otras especies de servidores públicos- se han visto involucrados en escándalos de extorción, fraude, narcotráfico, uso de drogas, pedofília y hasta de presunto asesinato, es prueba fehaciente de que algo anda conspicuamente mal en la política puertorriqueña.

La ya trillada amenaza vox pópuli de que "pasarán la cuenta en las próximas elecciones" se ha convertido en una broma inservible que sólo entretiene al señalado.

No hacen demasiados años atrás, los políticos en Puerto Rico se destacaban por su intelecto, respeto y rectitud. Poetas, escritores, dramaturgos y toda una variedad de pensadores conformaban los cuerpos legislativos junto a, claro está, los compulsorios abogados y doctores. Pero, ¿qué pasó con este perfíl del político? ¿En qué momento liderar a un país se convirtió en un juego? ¿En qué punto de nuestra historia se desvirtuó la figura del político a un mero joglar de feria feudalista?

Los lideres políticos que con pública arrogancia irrespetan los preceptos básicos del sistema democrático que se supone defiendan, jamás serán destronados mediante comicios electorales. Hace falta mucho más.

sábado, 11 de septiembre de 2010

No han aprendido absolutamente nada

Un compañero de trabajo hizo un comentario muy sabio: Estados Unidos no estaba preparado para los cambios sociales que un presidente negro traía consigo.

Esas palabras retumbaron en mi cerebro con gran elocuencia y lograron detenerme en la faena diaria para analizar semejante aceveración.

Juzgando por la actitud de gran parte de la opinión pública estadounidense, parece ser que no esperaban un líder unificador que mejorara las condiciones de vida en el País sino otro mercader de conflictos bélicos que los llevara de la mano a un apocalipsis prematuro.

Y si le echamos un vistazo a la historia moderna de la autoproclamada nación más poderosa del planeta, veremos que aún luego de la guerra fría, la lucha por los derechos civiles y la guerra de Vietnam. Aún después de los "reaganomics" y el escándalo Irán-Contras. Aún luego del ataque terrorista del 2001 y la subsecuente debacle económica. Todavía escuchamos un discurso masivo de imposición y superioridad ideológica, como si esa fuera la solución a todos los problemas de la humanidad.

La arrogancia y prepotencia parecen no tener límites cuando vemos a un Terry Jones promoviendo un evento multitudinario para quemar el Corán en conmemoración de los nueve años del ataque terrorista a las Torres Gemelas.

Pareciera ser que, luego de esta dura lección, aún no han aprendido absolutamente nada sobre lo que significa convivir en este pequeño planeta. Parecen no haber entendido que Estados Unidos no está por encima del mundo, son parte de él.
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No obstante, la historia es clara y nos muestra que los Estados Unidos de Norteamérica, desde el principio, quizo establecerce como una potencia fundada en segregación y persecución donde el Gobierno y la Corporación estarían por encima de los intereses ciudadanos.
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Desde el tiempo en que apenas eran 13 colonias, ya se oponian tenazmente a la convivencia pacífica que proponía la Línea de Proclamación Real de 1763 -frontera que impuso el imperio británico para respetar y mantener el comercio con las tribus indígenas que colindaban con éstas.
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Luego, a principios del siglo 19, la adopción de la Doctrina Monroe como justificación para su imperialismo expansionista cristalizó sus intenciones hasta los tiempos modernos.
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Finalmente ocurrió lo impensable: un hombre de evidente raza negra logró la presidencia del país. Luego de dos nefastos cuatrienios de la administración más inepta en la historia de la Casa Blanca, un rayo de luz apareció al final del tunel mediante la elección de un presidente no caucásico, en la truculenta historia de un país que, según palabras de Condoleeza Rice, "nació con el defecto congénito del racismo".
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Sin embargo, su gobierno fue criticado desde el principio y sus propuestas de socialización de los servicios médicos y el rechazo de ventajas impositivas a los sectores más pudientes del País le han ganado enemigos inclusive entre sus correligionarios.
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El discurso de tolerancia y aceptación; de convivencia pacífica entre las innumerable nacionalidades que comprenden el home of the free and land of the brave, parece crear ronchas entre los sectores más conservadores que aún ven al País dividido entre Yanquis y Confederados.

Barak Obama ha sido contundentemente inclusivo y conciliador, proponiendo una reforma del sistema social para asistir a los 39.5 millones de habitantes que, según el Buró Federal del censo, viven por debajo del nivel de pobreza en una nación que se jacta de su poderío económico.

Hoy día, detractores de la Administración Obama lo acusan de querer "europanizar" a Estados Unidos con su modelo de justicia social. Pero, ¿qué hay de malo en eso?

Asimismo, la cautela y prudencia del Presidente en asuntos de política exterior ha sido malinterpretada como debilidad ante un País acostumbrado a la brutalidad y la agresión.
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Entonces, ¿qué es lo que quieren los estadounidenses? ¿Otro traficante de guerras internacionales? ¿Otro presidente corporativo que resguarde los intereses de los más poderosos? -
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De hecho, la predicción de una apoteósica victoria republicana en el Congreso este año y en la presidencia en el 2012 podría significar el retorno a una era oscura de guerra y atraso intelectual en la nación que, desgraciadamente, rige la pauta de todo lo que acontese en el planeta.
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Ayer fue Irak, hoy Afganistan y mañana posiblemente Irán. ¿Es que no han aprendido absolutamente nada?

lunes, 23 de agosto de 2010

Escuchando a Ginastera

Me levanto calmadamente como hago casi todos los sábados. Abro las ventanas y siento la fresca brisa de la mañana que inunda toda la casa. Me apresto a escuchar la hermosa disonancia construída por la vorágine urbana que proviene de un territorio más allá de mis dominios.

Esos sonidos me hacen pensar en Alberto Ginastera, el compositor argentino. Pienso en su concierto para piano números uno y dos, una de mis piezas clásicas favoritas. Alcanzo mi reproductor de eme pe tres y comienzo a escuchar ese magnífico trabajo de arquitectura sonora para comenzar un día que promete ser bastante productivo. Me dispongo a abordar mi faena con mucho optimismo.

Opus 28, número uno: Cadenza e varianti. La introducción. Dramática y conflictiva. El contundente piano de De Marinis cabalgando escalas de altos a bajos por todo el pentagrama.

Me detengo en la intersección a esperar el cambio de luz. Miro alrededor y veo un deambulante en cada semáforo; esos vegetales humanos que decidieron en algún momento desconectarse del mundo real y, con la ayuda del Gobierno, dedicarse a una vida de ocio e improductividad, reafirmada por la epidemia de la drogadicción.

Uno de ellos se acerca a la ventana de mi auto y, mostrándo una despiadada herida en carne viva que decora su pierna derecha, me extiende la mano para recibir la tan anhelada cooperación que promueva su “cura”. Desde mi burbuja automotriz le dejo saber con otro gesto que no tengo dinero. Molesto, comienza a agitar sus manos de manera amenazante y a gritar palabras –presumiblemente soeces- que no puedo alcanzar a escuchar. Luego, se mueve hacia el carro que espera detrás del mío y procede con su deliberado y bien practicado ritual.

Veo el decaimiento y la ansiedad.

Opus 28, número dos: Scherzo Allucinante. Sutil y etéreo. Poco a poco se siente la orquesta reverberando sutilmente hacia la entrada del piano que juguetea coqueto con las texturas sonoras que lo acompañan.

Me dispongo a salir hacia la avenida principal que discurre frente a mi urbanización y, de repente, como un celaje, se me abalanza otro automóvil que no respeta la señal de alto. Tuve que maniobrar rápidamente para evitar una colisión. Miro y sí, correctamente, yo tengo el derecho al paso; la luz está a mi favor. Me fijo dentro del lujoso auto europeo y veo a un señor sesentón que articula con sus manos mil y un gestos de desprecio; como si hubiera sido yo el culpable del casi nefasto encuentro.

Huelo la desesperación y la agresividad.

Opus 28, número tres: Adagissimo. Un violín solitario entra a la escena musical mientras que, nuevamente, se fermenta una melodía en el fondo. La orquesta entra con toda su fuerza para dar paso a la cabalgata orquestal.

Llego a la gasolinera. Pienso que es un lugar más seguro que las abominables carreteras de nuestro inestable país. Me estaciono en la bomba número siete y me dirijo hacia la caja registradora para pagar y llenar el tanque de gasolina de mi auto.

Detrás del mostrador, una joven de unos 25 años. Prendada con gruesas pulseras de oro y pantallas gigantescas –el proverbial bling bling de nuestros tiempos- que hacían juego con sus uñas de casi seis pulgadas de largo, decoradas con los más intrincados diseños orientales, habla por su celular mientras mastica vehementemente su goma de mascar.
La línea de clientes se hace más larga a medida que pasan los minutos y la incomodidad de los parroquianos se hace evidente.

-Permiso, tenemos un poquito de prisa. ¿Podrías colgar el telefonito y atendernos?-
Esboza la más atrevida y audaz de las clientas.

Con una mirada de displicencia y odio, la joven procede a despedirse con toda calma de su interlocutor no sin antes hacerle la salvedad de que "ya empezaron a joder los clientes". Con exacerbante lentitud continúa con su faena.

Siento la arrogancia y la apatía.

Opus 28, número cuatro: Toccata concertanta. Los instrumentos de viento anuncian la entrada de la nerviosa melodía que se convierte en una marcha de inmensurable complejidad como sólo Ginastera sabe hacerlo.

Me dispongo a aprovechar el día para comprar provisiones. Un simple viaje, que promete ser un menester tan sencillo como visitar el súpermercado para comprar víveres, se convirte en una terrible visita hasta las abismales profundidades del mismísimo infierno de Dante.

Al llegar al estacionamiento, me dispongo a esperar mi turno por un automóvil que hace su salida. De repente, una camioneta entra como un bólido y se apodera de ese espacio. Me quedo petrificado. Del demacrado vehículo sale una mujer regordeta con cinco pequeños que me mira de mala gana y entra rápidamente al mercado.

Respiro hondo y entro. El ambiente en el establecimiento es tenso. Las personas se notan inquietas y sumamente irritables. Los carritos navegan raudos y amenazantes por los pasillos. Una señora, de aparente estatus social, empuja apresurada su carro de compras atentando contra el paso de unos niños que, a gritos y sin restricciones, entran al mercado asechando todo lo que encuentran a su paso. Otras dos “damas” discuten acaloradamente en una de las cajas de pago, tratando de deliberar quién robó el turno de quién mientras la dependiente mira entretenida por el espectáculo.

Varias ancianas arremeten contra mí, despavoridas y con una prisa que no comprendo. Me detengo frente a la sección de la pasta, me dispongo a agarrar una caja de rotini. De pronto, un hombre viejo se interpone entre la góndola y este asustado narrador estacianándose frente a mí sin remordimiento alguno, impidiendo el proceso que me disponía a ejecutar.

Logro sobrevivir la odisea. Al salir, veo tres carritos aglomerados frente a mi auto que está estacionado a sólo dos espacios del santo lugar dispuesto para la acumulación de esos artefactos posmodernistas.

Percibo la rabia y la depresión.

Entro totalmente espantado a mi automóvil . Miro la pantalla del reproductor de eme pe tres y me percato de que aún faltas cinco movimientos de la obra por escuchar. De un zarpazo me quito los audífonos y me doy cuenta que realmente, en este país no se puede vivir escuchando a Ginastera.

lunes, 9 de agosto de 2010

Violencia




El término violencia proviene del vocablo latino violentia que no es más que un comportamiento deliberado que causa daño físico o mental a otro individuo. A su vez, según el concepto del triángulo de la violencia, introducido por el politólogo noruego Johan Galtung, ésta se puede exteriorizar tanto física como mentalmente. O sea, la violencia usualmente tiene connotaciones físicas pero también puede tenerlas mentales y, de igual forma, causar gran daño.

Aquí en Puerto Rico, en años recientes, el entorno social ha sido sacudido por una ola de violencia con proporciones épicas. La violencia criminal, la doméstica, la mediática, la política y la corporativa son sólo algunas de las diferentes facetas que la agresión ha tomado en la Isla, tanto física como mentalmente.

Pero casi nunca relacionamos la violencia con un concepto intocable e inalterable para nosotros: la religión. Ese inevitable fundamentalismo, espina dorsal del culto religioso, que actúa como catalítico para hacer girar la rueda de la agresión.

Desde que la humanidad se aglomeró en tiempos prehistóricos como una sociedad, las creencias religiosas -o fe, como muchos prefieren llamarla- han sido la principal causa de conflictos bélicos entre los humanos que habitamos el planeta. Los 600 años del Santo Oficio de la iglesia Católica y la inconclusa rivalidad entre árabes y judíos, son sólo dos ínfimos ejemplos del potencial destructivo que tiene la fe.

Puerto Rico es un oasis fértil para la proliferación de un sinnúmero de cepas de este germen infeccioso de la religión. Sólo échele un vistazo a cualquier comunidad del País y verá cuántas iglesias hay. De hecho, existen más templos e iglesias por milla cuadrada en Puerto Rico que escuelas y hospitales combinados. Una receta para un definitivo colapso social.

La religión se ha convertido en el refugio de los desamparados sociales que moldean sus valores y sus estilos de vida según una doctrina que promete vida eterna a aquel que sufre. O sea, mientras más pesares, más será la oportunidad de entrar en el reino de los cielos. Increíblemente conveniente para un sociedad donde el más rico y poderoso domina al más pobre y desamparado.

A su vez, la religión es un negocio lucrativo para un puñado de mercaderes de la fe que se lucran de la ingenuidad de los que creen que el éxito en la vida estriba en esperar a que el maná caiga del cielo.

Con la bendición de la clase dominante, estos mercaderes han invadido todas las estratas sociales y hasta las instituciones gubernamentales antes reservadas para individuos con una alta capacidad analítica. La división entre Iglesia y Estado –fundamental en el ejercicio de la democracia- es apenas un espejismo cada vez más lejano ante la imposición de valores por parte de las instituciones religiosas.

¿Cómo podemos justificar el rendirnos totalmente ante un individuo que se autodenomina como guía y nos obliga a someter hasta nuestra más pequeña voluntad ante sus preceptos? ¿Qué mayor muestra de violencia que crear rangos entre los seres humanos donde unos son más importantes que otros?

La religión se nutre de la autoestima de las personas, la consume y deja en su lugar un vacío que se disfraza de victoria espiritual. Fomenta el conformismo, la enajenación y la ignorancia. La razón de ser de cualquier culto es mantener el dominio del ser humano. Es la maquinaria con que el status quo mantiene su poder sobre las masas. ¿Por qué creen que lo primero que hicieron los conquistadores de América fue adoctrinar a los nativos?

Pero me pregunto, ¿cuál es la razón de ser de la religión? ¿Lograr la pureza del alma? ¿Comunicación con un o unos seres superiores que nos llenarán de paz y amor? Si es así, ¿por qué entonces parece haber cada vez más violencia en un país repleto de iglesias?

La proliferación de pseudo profetas de hasta las más descabelladas doctrinas religiosas, han colmado la sanidad de la población sumiéndola en un estupor de ignorancia que hace más pobre al que no tiene casi nada y más poderosos a aquellos que controlan las reglas del juego.

Sólo basta con escuchar la retórica incendiaria de algunos predicadores que incitan a sus feligreses a obedecer exclusivamente los preceptos “cristianos” que, del mismo modo, ellos manipulan a su conveniencia. Verán como el comportamiento de quienes digieren este mensaje venenoso se vuelve recalcitrante y se enajena de la realidad social, desobedeciendo hasta los más simples estatutos de las leyes que nos rigen.

¿Cómo podemos explicar que grupos tan radicales y descabellados como el del autodenominado Jesucristo Hombre, la cientología y los Raelianos puedan tener cientos, si no miles, de seguidores? Escuche las propuestas que tanto estos cultos extremos como los más tradicionales muestran a sus feligreses. Analícelas y piense si realmente tienen una lógica.

La religión, lejos de ser una fuente de espiritualidad y sabiduría, se ha convertido en un proceso de alienación que desemboca en actos violentos por su misma naturaleza restrictiva.

Mire la violencia con que estas mismas personas, que actúan mansos y humildes en sus círculos sociales, actúan al interactuar con aquellos que no pertenecen a su entorno. Échele un vistazo a toda la xenofobia, el odio, la homofobia, el fanatismo político y la agresión ciudadana implícitas en las prédicas de las iglesias del País. ¿Dónde queda entonces el amaos los unos a los otros o el amarás a tu prójimo como a ti mismo?

No, no es dios.

Es el aparato que el ser humano creó alrededor de esa imagen y que bautizó con el nombre de iglesia. Ese club social que sirve más a los intereses de su junta de líderes que a las necesidades del pueblo. Ese mecanismo que socava la sed de conocimiento del ser humano y lo sume en un letargo de ignorancia con la promesa de vida eterna. Esa pseudo sociedad que justifica los más crueles actos de intolerancia con el pretexto de que es parte del mandato de dios. Esa que obliga a ser pobres a los feligreses para asegurar su entrada al cielo, sin embargo hace ricos a quienes predican esta doctrina.

Paradójico, ¿no?

Esa institución es parte del gran problema de violencia social que nos arropa. Un pueblo culto es un pueblo racional y una población racional puede discernir con más certeza entre el bien y el mal. No podemos pretender que orando se resuelvan los graves problemas sociales que nos aquejan. Necesitamos acción, no mancedumbre.

¿No será hora de que entendamos que los cambios comienzan con nosotros mismos y no por obra y gracia de algún poder superior?


jueves, 15 de julio de 2010

¿Y los usuarios sociales?


Recientemente, el senador Alejandro García Padilla hizo un reclamo al Gobierno para que comience la implementación de un programa masivo y sistemático de medicación de adictos para atender el dramático problema de trasiego de drogas y violencia que azota al País.

Según el Senador, la rampante ola de asesinatos como efecto directo del narcotráfico en la Isla -que ya ha tomado proporciones épicas y ha reclamado vidas inocentes- está estrechamente relacionada con la falta de tratamiento de adictos.La idea básica sería atacar directamente la entrada de dinero en los puntos de droga para socavar la economía del narcotráfico en Puerto Rico. Muy astuto por demás.

García Padilla fue enfático en el hecho de tener en su poder copia de "más de mil" estudios del tema a nivel mundial que han reflejado una relación directa entre los adictos y el narcotráfico. No pongo en duda la veracidad de estos estudios pero considero que es imperativo definir a qué se le llama adicto.

Tuve la oportunidad de entrevistar al senador del Partido Popular Democrático sobre su propuesta y no pude resistir la tentación de increpar acerca de este punto en específico. Según mi interpretación, cuando García Padilla utiliza el adjetivo “adicto”, se refiere al adicto deambulante indigente. Pero mi interrogante está dirigida hacia el usuario social, el recreativo. Aquel que puede funcionar según los estándares sociales y, a la vez, es un consumidor pasivo. Ese que tiene poder adquisitivo y que probablemente aporta más al punto de drogas que al adicto deambulante común y corriente que pulula por las calles de la Isla.

En este tan contradictorio e incómodo tema para muchos, debemos ser completamente honestos y admitir que en Puerto Rico existe un gravísimo problema de consumo de drogas de tipo recreativo. No tan sólo de alcohol sino de narcóticos y drogas más fuertes como la heroína por vía respiratoria, la cocaína y el crack. Estos últimos han incrementando su popularidad, no tan sólo en la población joven, sino en la de adultos maduros.

Asimismo, es de vasto conocimiento que la cocaína está ligada estrechamente al consumo excesivo de bebidas embriagantes. Desgraciadamente, las estadísticas en el País no son específicas arrojando luz sobre esta relación y la falta de datos ha creado un cúmulo de desinformación y mitos alrededor del uso de drogas que distan mucho de la realidad.

Según los números provistos por el programa de Evaluación de Necesidad de Servicios para el Abuso de Sustancias de la Administración de Servicios de Salud Mental y contra la Adicción (ASSMCA), para el 2002, un 69.3 por ciento (ó 1,731,502 personas) en Puerto Rico eran usuarios de alcohol y un 10.9 porciento (ó 273,202 personas)eran usuarios de cocaína. No hace mención alguna de estadísticas sobre el crack. Pero ¿cómo se contabilizaron a estos usuarios? ¿Qué población se utilizó para este estudio? ¿Personas que han acudido a ASSMCA para tratamiento?

Además de que estas estadísticas fueron recogidas hace más de ocho años, no ofrecen detalles sobre el perfil del usuario social y no contabilizan el incremento del uso del crack entre usuarios de cocaína.

Es importante combatir la ya caduca visión de que el crack es una droga de deambulantes o indigentes que se mantiene en las más bajas estratas sociales. Tal y como era durante la gran epidemia de esta droga en la década del 1980 en las grandes ciudades estadounidenses.

La popularidad de esta droga entre usuarios de cocaína se ha incrementado vertiginosamente. Hoy día el crack ha hecho acto de presencia en todos los perfiles sociales ya que tiene un denominador común con la popular cocaína: la vida nocturna. En una sociedad que cada día depende más de un funcionamiento 24 horas al día y siete días a la semana, la cocaína y el crack son alicientes de rendimiento en el ajetreo del diario vivir.

En su libro "La Guerra de las Drogas", la periodista mexicana Manú Dornbierer asegura que "para poner la cocaína al alcance de la gente de pocos recursos, y naturalmente ampliar en forma impresionante el hasta entonces reducido mercado de la cocaína, se inventó el crack... que se puede adquirir a un precio 10 o más veces menor que la cocaína".

Pero no debemos olvidar que los narcotraficantes son “negociantes”, por tal razón es importante analizar este fenómeno desde un punto de vista económico. El crack (o roca) es el resultado de hervir clorhidrato de cocaína en una solución de bicarbonato de sodio o amoniaco. Osea, una manera económica y muy rentable de rendir la cocaína pura, asegurándole al narcotraficante hasta diez veces más la ganancia de un kilo de cocaína vendida en gramos.

Actualmente, y en una sociedad que cada vez se sumerge más en una incesante crisis económica mundial, los usuarios por recreación utilizan alternativas creativas para conseguir ese efecto tan cotizado de la cocaína, y el crack representa una solución viable y poco costosa.

No obstante, los efectos de esta droga son nefastos para el ser humano. Según la Organización Mundial de la Salud, el crack causa "considerable euforia o estimulación del sistema nervioso central casi inmediatamente... A los pocos minutos la euforia es reemplazada por ansiedad, miedo, depresión o apatía considerables. Estos efectos psicológicos desagradables (disforia) pueden combatirse fumando más...Si el individuo sigue fumando, puede llegar a tener alucinaciones, percepciones ilusorias, ideas paranoides o un comportamiento francamente psicótico" y es ahí donde estriba el grave peligro de esta droga.

Sólo tenemos que analizar detalladamente las noticias de crímenes violentos en la Isla y es muy probable que en la gran mayoría de esos casos encontremos al crack como el denominador común. Inclusive, en casos tan notorios como el asesinato del niño Lorenzo González en un sector exclusivo de Dorado, las autoridades informaron sobre el hallazgo de una pipa de crack con rastros de ADN de la madre del niño y principal sospechosa.

La respuesta del senador García Padilla a mi pregunta fue un tanto retórica, guareciéndose en las clásicas adulaciones sobre la pregunta formulada de quienes son sorprendidos con un punto que los toma por sorpresa. No dudo de las nobles intenciones del Legislador y su genuina preocupación, pero su propuesta está basada en la desinformación.

La medicación de metadona o buprenorfina no resuelve en ninguna manera el problema de los "usuarios sociales". Aquellos que son funcionales dentro de los estándares sociales y que no consideran tener ningún tipo de problemas con su consumo. Éstos posiblemente contribuyen con la tajada más remunerante de las ganancias netas de los narcotraficantes al ser consumidores constantes que tienen poder adquisitivo. Los adictos deambulantes apenas pueden costear sus vicios.

El consumo por parte de usuarios recreativos y funcionales es quizás el más grande tropiezo que tiene la lucha contra la erradicación de la droga en Puerto Rico. El notorio narcotraficante colombiano Pablo Ecobar, aseguró una vez que sin demanda del producto no hay oferta. Entonces, lo primordial es identificar dónde está la verdadera demanda del producto y atacar el problema desde ese ángulo.

Quizás el primer paso sería comenzar con aquellos que se supone nos sirvan de ejemplo y someter obligatoria y sorpresivamente a todos los funcionarios públicos a pruebas de dopaje sólo para asegurarnos de que aquellos que tienen a su cargo combatirla, no estén atrapados en ellas.

miércoles, 30 de junio de 2010

La democracia no vale nada


Cómo olvidar el 30 de junio del 2010. Un día donde visiblemente se creó una línea imaginaria que divide a un gobierno y al pueblo que lo llevó al poder. Una suerte de declaración dictatorial acorde con las exigencias del siglo 21. Quizás pudo ser una pequeña muestra del tipo de gobierno que podríamos esperar en un escenario donde el Presidente del Senado, junto a su séquito de tiranos posmodernistas, ostentara la gobernación de la Isla.

Pero más allá de adjudicar responsabilidades de quién o quiénes orquestaron la brutal respuesta de la uniformada, la pregunta implícita sería si estas acciones son una retaliación directa y sin adornos contra la oposición de varios sectores del País a ceder sus derechos frente a un grupúsculo de gobernantes deseosos de imponer sus intereses personales por encima de los del pueblo.

Ni siquiera se trata de estudiantes izquierdistas tratando de imponer ideologías caducas ni tampoco si los partidos de oposición quieren desestabilizar al Gobierno. Se trata de un atentado directo contra la libertad de expresión y la libertad de prensa en un país que clama a los cuatro vientos ser una democracia. Se trata de la animosidad que existe entre la Policía y los estudiantes desde el inicio de la huelga estudiantil y que ha seguido escalando vertiginosamente.Se trata de una administración intransigente y arrogante que pretende abatir y no ser abatida; jugando a ser dueños absolutos de la ley y el orden.

No podemos ignorar el hecho de que la respuesta de la fuerza policíaca se dio de manera indiscriminada y afectó no tan sólo a estudiantes que intentaban acceder al hemiciclo senatorial como la constitución y el reglamento del Senado así lo estipulan. La respuesta de la UOT deliberadamente arremetió contra civiles y miembros de la prensa que fungían el sagrado deber de informar. ¿Sería entonces éste el castigo del Gobierno contra la Prensa por haberse atrevido a tomar acción en contra de la "omnipotente" orden del Presidente del Senado de no permitir el acceso de los medios de comunicación al hemiclico del Senado? ¿Por qué velan con tanto recelo la información que surge de estas vistas senatoriales?

Ni por un segundo debemos desviar la atención del asunto que está en juego. El Senado de Puerto Rico llevaba a cabo una sesión legislativa para ajustar el presupuesto del próximo año fiscal.Por esta razón es que se hace mucho más imprescindible la presencia de la prensa como única herramienta que tiene el pueblo para fiscalizar la labor de aquellos a quienes eligieron. ¿Por qué entonces tanto secreto?

El presupuesto del país es un asunto que nos concierne a todos. Los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico ejercían su derecho constitucional de expresarse en contra de medidas que están siendo deliberadas que afectarán directamente su institución. Empleados del Centro de Recaudación de Ingresos Municipales (CRIM) y diferentes sectores del pueblo ejercían su derecho fundamental de expresarse en contra de medidas que afectarían directamente sus municipios por el proyecto de autotasación. La Prensa intentaba informar al resto del País sobre las incidencias en un asunto de interés público. Entonces, ¿qué ilegalidad hay en hacer que esta sesión legislativa esté abierta al público?

Por otro lado, la inacción de ciertos legisladores del partido de oposición es hipocritamente asquerosa. Se aferran a su retórica política de lanzar epítetos fascistas contra el gobierno de turno pero en realidad son muy ociosos para ensuciarse las manos tomando algún tipo de acción a favor del pueblo al que acudirán en las próximas elecciones a rogar por votos.

Si realmente el interés de la minoría en la Casa de las Leyes es respaldar el esfuerzo de los que protestan en contra de la injusticia de este gobierno, ¿por qué no salieron esa tarde y se apostaron frente a la línea de la fuerza de choque e intercedieron para que este lamentable espectáculo no sucediera? Las acciones hablan más que mil palabras y por las suyas podemos inferir que no existe ningún deseo real por mejorar la condición del País. Nuestro País.

¿Qué se debe esperar? ¿Una tragedia? ¿Algún mártir para detener tanta estupidez?

Me resulta extremadamente risible escuchar a estos políticos frívolos y ausentes llenarse la boca con la palabra democracia. Dudo mucho que ninguno de ellos sepa con certeza cómo funciona una democracia. Dudo mucho que alguno de ellos jamás lo comprenda. Para ellos la democracia no vale nada.

miércoles, 17 de febrero de 2010

El vivo recuerdo de la Guerra Sucia


Las nefastas consecuencias de la Guerra Sucia vivirán por siempre en la infamia. Más aún cuando sus repercusiones sociales siguen causando estragos y algunos de sus perpetradores continúan impunes a más de 20 años de que la última dictadura militar sucumbiera en América del Sur.

Recientemente, el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, informó sobre las intenciones de su gobierno de crear una comisión nacional para investigar los casos de violación a los derechos humanos cometidos durante la dictadura militar en ese país entre 1964 y 1985 que aún siguen sin ser esclarecidos.

La iniciativa surge ya que Brasil es la única nación Iberoamericana que aún no somete a un juicio a los militares involucrados en abusos durante la dictadura militar impuesta luego del derrocamiento del presidente João Goulart en 1964. Una ley de amnistía en 1985 otorgó inmunidad a cientos de militares brasileños por los supuestos delitos cometidos durante el mandato del gobierno de facto.

Según los estudios llevados a cabo por el grupo Tortura Nunca Más y la Comisión de Reparación, organismo gubernamental creado para la indemnización de las víctimas de la represión, se determinó que existen al menos 475 casos conocidos de desapariciones y asesinatos a manos de las Fuerzas Armadas de Brasil.

Las dictaduras sudamericanas posiblemente son el capítulo más oscuro en la historia de este hemisferio. Apoyados por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos y respaldados por la Doctrina Truman, militares en países como Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Brasil se dieron a la tarea de eliminar sistemáticamente cualquier rastro de militancia socialista en sus territorios. El plan se bautizó como Operación Cóndor y fue el responsable directo de al menos cinco golpes de estado y la subsecuente institución de gobiernos militares que restringían las garantías civiles de los ciudadanos.

En momentos en que recientemente el mundo presenció el primer golpe de estado del siglo 21 en Honduras, es importante mantener vivo el recuerdo de la Guerra Sucia. La incomprensible degradación del ser humano al tratar de imponer sus ideas, es el gran denominador común de todas las dictaduras de la historia. Dejar impunes a sus protagonistas sería darle un espaldarazo a este tipo de represión y fomentar su institución en el futuro.

Es fundamental que todos los responsables –incluyendo a aquellos sectores del Gobierno estadounidense que estuvieron involucrados en esta operación clandestina- finalmente den cara a la justicia y acepten su protagonismo.