viernes, 8 de octubre de 2010

Legislar


Legislar es un privilegio. No es un derecho innato que aquellos hijos de la clase alta heredan por causa natural ni el premio de caciques de barrio que anhelan los faranduléos inútiles de la vida pública.

Debemos recordar que vivimos en un sistema que aún se jacta de ser democrático -o por lo menos así nos lo venden cada cuatro años.

En un sistema tal, los líderes son escogidos por el pueblo por medio del mecanismo de sufragio electoral para convertirse, entonces, en servidores públicos que trabajarán a favor del bien común. Después de todo, la Democracia, en palabras de Abraham Lincoln, es un gobierno, del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Desgraciadamente, aquí en Puerto Rico nuestra naturaleza sectaria, apática y recalcitrante nos ha hecho aceptar la desvirtualización del significado del verbo legislar a manos de un grupúsculo de payasos despojados de sentido común. Hemos sucumbido ante el jueguito político partidista que desarticula el verdadero poderío de un pueblo votante.

Los recientes incidentes donde legisladores -y otras especies de servidores públicos- se han visto involucrados en escándalos de extorción, fraude, narcotráfico, uso de drogas, pedofília y hasta de presunto asesinato, es prueba fehaciente de que algo anda conspicuamente mal en la política puertorriqueña.

La ya trillada amenaza vox pópuli de que "pasarán la cuenta en las próximas elecciones" se ha convertido en una broma inservible que sólo entretiene al señalado.

No hacen demasiados años atrás, los políticos en Puerto Rico se destacaban por su intelecto, respeto y rectitud. Poetas, escritores, dramaturgos y toda una variedad de pensadores conformaban los cuerpos legislativos junto a, claro está, los compulsorios abogados y doctores. Pero, ¿qué pasó con este perfíl del político? ¿En qué momento liderar a un país se convirtió en un juego? ¿En qué punto de nuestra historia se desvirtuó la figura del político a un mero joglar de feria feudalista?

Los lideres políticos que con pública arrogancia irrespetan los preceptos básicos del sistema democrático que se supone defiendan, jamás serán destronados mediante comicios electorales. Hace falta mucho más.