martes, 13 de marzo de 2012
Bullies
Todas las especies de mamíferos en la tierra utilizan el ejemplo como la herramienta más importante en el proceso de enseñanza de su prole. Inclusive, nosotros, como mamíferos, también recurrimos a este efectivo método para asegurarnos que nuestros pequeños desarrollen las destrezas necesarias para sobrevivir en el mundo.
Siempre lo escuchaba de mis viejos, ¿cómo pretenden que los más jóvenes aprendan bien si el ejemplo que se les da es todo lo contrario?
Pero aveces pienso que el asunto va mucho más allá.
Todos los adultos que componemos una sociedad estamos en la obligación de darle un buen ejemplo a los infantes y adolescentes que son parte de esta -sean nuestros o no- para asegurarnos que estamos creando un cimiento sólido que servirá de soporte para futuras generaciones. Tal y como propuso Dostoievsky en Los Hermanos Karamazov: "Somos todos responsables los unos con los otros".
El tema del bullying o la intimidación, especialmente en las escuelas de grados primarios y secundarios, parece ser un tema que ha acaparado las primeras planas a nivel mundial.
Con más frecuencia vemos a jóvenes víctimas de esta terrible tendencia que, o sucumben ante la presión de grupo y deciden disponer de sus vidas, u optan por tomar la justicia en sus manos y orquestan las más terroríficas masacres escolares.
Y aquí en Puerto Rico, frente a tan patético panorama, nos llevamos las manos a la cabeza y gritamos con horror que necesitamos enseñarles valores a los jóvenes sin siquiera entender con profundida qué son valores.
Pero irónicamente, nuestra hipocresía no conoce límites.
Solo preste atención cuando conduce su auto por las carreteras de este país. Mire la actitud desafiante y obstinada de los otros conductores. Analice la suya. Mire cómo se abalanzan encima de los peatones que intentan cruzar la calle, como menospreciando a quien ande a pie porque, simplemente, el no tener un auto lo hace inferior. Mire como en días de lluvia, indiscriminadamente y sin ningún remordimiento, conducen encima de los charcos de agua que están cerca de las paradas de guaguas, mojando a quienes esperan por el transporte.
Fíjese en su lugar de trabajo. Mire como, quienes han llegado a puestos de mayor jerarquía en su corporación parecen haber olvidado que alguna vez tuvieron que "romperse el lomo" como usted para poder ganarse el sustento. Analice cómo utilizan su poder para humillarlo, abusarlo, explotarlo y menospreciarlo. Piense en el sentimiento de desamparo que experimenta ante tal injusticia.
Piense en los viejos. Víctimas de asaltos domiciliarios, cuando son brutalmente agredidos por los ladrones, quienes generalmente son jóvenes entre los 16 y 26 años de edad. Analice la brutalidad con que estos ancianos son viciosamente atacados con un odio incomprensible luego de que son despojados de sus pertenencias. ¿Por qué abusar de alguien que está atado y es totalmente inofensivo frente a un atacante armado si no es por un craso y sencillo deseo de cometer bullying?
Piense en el hombre maltratante que abusa de su mujer y, al final, cuando ve que todo está perdido, utiliza la fuerza bruta para decapitarla o balearla o atropellarla y asegurarse que "si esto no es mio, no es de nadie". ¿No es esto un claro caso de bullying llevado hasta sus más nefastas consecuencias?
Pero más aún, piense en como usted escoge a los candidatos políticos de su partido predilecto cada cuatrienio. Mírese cada vez que se emociona al escuchar a el presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz o el alcalde de San Juan, Jorge Santini, menospreciar a sus contrincantes ya sea por su preferencia ideológica, sexual o porque simplemente interfiere con sus intereses políticos. Piense en como le gusta estar del lado de los más fuertes, los abusadores. De esa manera se asegura su supervivencia.
Piense en cuanto le agrada votar por individuos que pisotean, humillan y castigan a quienes osan pensar diferentes. Si, exactamente como lo hicieron durante diferentes períodos de la historia Napoleón Bonaparte, Joseph Stalin, Adolfo Hitler, J. Edgar Hoover y Richard Nixon, entre muchos otros.
Fíjese en las políticas públicas que favorecen a los más pudientes o a los parásitos gubernamentales y despojan a los trabajadores de lo poco que tienen. ¿No es eso bullying?
Piense y reflexione sobre estas imágenes cuando se lamenta porque algún chico más corpulento abusa diariamente de su hijo en el tercer, cuarto, quinto o sexto grado.
Vivimos en un país que se jacta de ser canibalista, de destruir y oprimir a los más débiles y esa es la lección primordial que están aprendiendo de nosotros los más jóvenes. Hemos sido acondicionados para pensar que si no se grita o se actúa de manera intimidante y arrogante se es un pendejo en vez de una persona educada o respetuosa.
Así que la próxima vez que vaya a poner sus manos en la cabeza y quiera repetir el trillado mantra de valores que utilizan políticos y religiosos, piense bien si sus acciones no están demostrando lo contrario.
(Foto Carlos Giusti / Tomada de elnuevodia.com)
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